el niño que soñaba con ser mago

En un pueblo muy muy lejano, existió un niño que soñaba con ser mago. Mientras sus amigos se afanaban en memorizar el nombre del  más famoso futbolista, o en escuchar las canciones de moda, él solo pensaba en magia, se sorprendía a si mismo contemplando el sin fin en el reflejo de un ascensor, observando en secreto la reacción de los asistentes a un espectáculo, o los espejos situados al final de un muro haciendo parecer que este continuaba.
 Sentía una envidia y admiración que no le cabía en el pecho cuando asistía a un circo al ver al equilibrista montando su bicicleta sobre una cuerda en lo alto arriesgando su vida solo con el fin de ¡soprendernos! De pequeño sintió que su lugar no estaba en las butacas, sino, más bien, sobre esas tablas iluminadas con la mirada y asombro de grandes y pequeños.  A la edad de 10 años, por navidades, recibió un anhelado regalo por parte de Papá Noel: un artilugio muy bien publicitado en todos los medios. Un “skateboard”. Al cabo de unos días, dicho regalo resultó no ser todo lo que  decían los anuncios y acabó por no resistir el implacable uso de un niño.
 Lamentando lo sucedido, junto a sus padres partió en busca de un nuevo monopatín. Ya en la tienda, al pasar por uno de los pasillos ocurrió un hecho mágico, al final de un pasillo había una caja negra no muy atractiva en la que se leía “Magia magia con Gustavo Lorgia”. Casi hipnotizado por aquellas letras amarillas, dejando de lado al mundo y al juguete en cuestión, sus pies le guiaron casi flotando  a lo que sería el comienzo de una gran aventura, su primera caja de magia.